El Premio Nobel de la Paz no es solo un reconocimiento a individuos o instituciones; es un faro que ilumina la convicción universal de que la libertad y la justicia son el único camino posible para la convivencia. Es el eco de la humanidad que se niega a someterse a la opresión, recordándonos que la paz verdadera es inseparable de la dignidad.
Para los venezolanos, esta luz resuena con una intensidad particular. La lucha por la paz es, intrínsecamente, una lucha por recuperar la libertad que forjó nuestra República y que corre por las venas de nuestra historia. Creemos firmemente en el valor inmutable de nuestras raíces—una identidad rica en diversidad, resiliencia, y el espíritu indomable de quienes han construido una nación.
La fe no es ciega; es la certeza de que la verdad, la razón, y el amor por la tierra propia, eventualmente prevalecerán. Las familias venezolanas, dentro y fuera de las fronteras, sostienen con admirable entereza la bandera de la esperanza. Porque sabemos quiénes somos, de dónde venimos y lo que merecemos. Con la fuerza de Bolívar y la calidez de nuestro pueblo, saldremos de todo esto. La paz se ganará con conciencia, unión y la firmeza de quienes saben que su libertad es innegociable.
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